lunes, 8 de julio de 2013

Volando sobre la ciudad más famosa del mundo, Nueva York

Sin tiempo casi para celebrar en familia la boda de la hermana de Fer (¡Felicidades Nayra e Iñaki!) nos subimos en Bilbao en un avión de hélices de AirEuropa para hacer escala en Madrid hacia nuestro noveno destino. La azafata que nos tocó nos hizo muy ameno el trayecto y es que la calidad humana de los trabajadores de esta compañía, siempre con la sonrisa en la cara, nos tiene cautivados. Prácticamente sin dormir, pero con las pilas cargadas de ilusión por disfrutar trabajando en este noveno destino que nos brinda TuBillete.com con la TuBiAventura, montamos en el segundo avión que tras 9 horas de duración, con exquisita comida incluida,  nos dejaría en la capital política y financiera de los Estados Unidos, y seguramente, también del mundo: Nueva York.




En el John F. Kennedy aterrizamos con 25 minutos de antelación, con el visado ESTA en la mano y el de aduanas con el nerviosismo del control de pasajeros. Pero nada, unas cuantas preguntas y pasamos rapidísimo el control. Allí nos esperaban los compañeros de Travelplan para trasladarnos hasta el hotel en el que nos alojaremos, en la séptima avenida, el Hotel Pennysilvania. Pasada la medianoche sólo pudimos comprobar que es verdad que Nueva York es la ciudad insomne con un Time Square repleto de gente y que muchísima gente habla español. Derrotados caímos deseando el amanecer neoyorkino.



Los sueños están para hacerlos realidad y el mundo para conocerlo. Y es que visitar la ciudad más famosa del mundo es un sueño para muchísimos de los habitantes de este globo terráqueo. Aunque no conozcas esta gran urbe cosmopolita al pasear por sus calles y avenidas reconocerás muchísimos de sus rincones y es que ha sido el escenario escogido para rodar miles de películas y series. Sus taxis amarillos, las calles adornadas con la bandera nacional, característicos semáforos, puestos de perritos calientes en todas las esquinas, pizzerías, hamburgueserías y, en definitiva, comida rápida te dan la bienvenida. El jetlag habitual al cruzar el Atlántico nos despertó antes de tiempo y Fer estaba descolocado con la hora, eran las 6 y pensaba que eran las 12. Como una moto y no le venía mal para el ritmo estadounidense. Así que tras comprobar la hora exacta nos pusimos a cerrar nuestro planning, nuestro guión de viaje y todo el trabajo que desarrollamos en la semana que estamos en cada destino. Son muchas horas previas, pero también en destino.









Cogimos fuerzas con un desayuno en el hotel y nos asustamos con el precio de sus tradicionales pastranis, como bocadillos con bacon y tomate, y sus zumos de naranja que no son naturales pero se cobran a precio de oro. Posteriormente, las típicas tips en las que eliges el grado de satisfacción del servicio abonando entre un 14%-20% sobre el precio total. Vamos, que la ciudad es cara a pesar de ser comida rápida. Y aprovechando que nos encontramos en el principal de los 5 condados que componen Nueva York (El Bronx, Brooklyn, Queens, Staten Island y, en el que estamos, Manhattan) nos dirigimos al metro para conseguir el transporte y familiarizarnos para movernos por la ciudad. Manhattan se divide en tres (Uptown, Midtown y Downtown) y zona de Midtown posee una cuadrícula perfecta producto de la división que se genera de sus avenidas, que atraviesan de norte a sur el condado y sus calles que la atraviesan de este a oeste. Por tanto, es muy fácil moverse a pie aunque lo mejor es hacerlo en metro, para ello adquirimos nuestro pase de metro semanal ilimitado que cuesta 31 dólares. 



Conocida la zona por la que nos alojamos nos dirigimos a Downtown en la que disfrutaríamos de la primera excursión que tenemos cortesía de TuBillete.com. Hasta South Ferry, desde donde sale el ferry gratuito que te lleva a Staten Island, llegamos para entrar en el helipuerto que se encuentra a pocos metros. Estábamos nerviosos como niños y Vero se alegró muchísimo porque finalmente podía subir al helicóptero con Fer. Nos retrasaron la hora y el día se ponía cada vez más nublado, y es que desde que miramos las previsiones estando en España el tiempo siempre avecinaba tormentas. Pero nos dio una tregua y allí estábamos dispuestos a conocer Nueva York desde el aire y comprobar la magnitud de la ciudad de la rascacielos y su espectacular cuadrícula.





El vuelo de 15 minutos fue inolvidable. El reloj caminaba en nuestra contra, regocijándonos con cada paisaje, con cada edificio, estampa y dirección que tomaba el helicóptero. Haciendo que los minutos pareciesen milésimas de segundo. Ante nosotros estaba el Puente de Brooklyn que tantas veces hemos visto en películas y le siguió el símbolo de Nueva York y, quizás de Estados Unidos, la Estatua de la Libertad. Teníamos ante nuestros ojos ese icono, esa referencia famosa mundialmente que es el regalo de los franceses a Estados Unidos por su Independencia. El Central Park, dantesco bosque rural con su lago y el imperial skyline del Empire State junto a sus homólogos que dibujan Manhattan sobre el cielo neoyorkino. Una experiencia para vivirla y disfrutarla intensamente.











Bajamos del helicóptero porque el tiempo se había agotado. Con el latido acelerado que provoca el primer beso. Asombrados, desorientados, soñando despiertos. ¡Sí, estamos en Nueva York! Sin rumbo y sólo ionizados por el embrujo del Puente de Brooklyn nos acercamos cada vez más hasta este coloso puente de difícil construcción y lleno de controversias. Lo admiramos junto al puente de Manhattan, por una avenida en la que el deporte prima y hasta los perros tienen su propio parque.






Decidimos girar a la izquierda hacia el China Town y varias canchas deportivas, de diferentes disciplinas, nos dieron la bienvenida. De baloncesto, de béisbol, fútbol (aquí llamado soccer) y hasta un parque para hacer skate, bmx... debajo del puente de Manhattan. Con mucha hambre, cansancio y hasta dolor de garganta víctima de la intensa humedad que hay en el ambiente y los cambios de temperatura del calor reinante y los aires acondicionados a toda potencia decidimos hacer una merienda fuerte mientras caía el sol. Disfrutamos de un paseo por sus calles con las casas típicas de muchas series y películas con las escaleras de emergencia en su fachada y decidimos volver al hotel y comprobar que no estamos soñando, sino despiertos. 





Mañana será un nuevo día en este sueño americano que estamos viviendo.  ¡Te animamos a que te sientas partícipe y lo vivas con nosotros!






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