Llegamos al Puerto de Corralejo y nos embarcamos en el "Majorero", un pequeño barco turístico que nos llevará al islote.
La primera sensación que nos transmite es que hemos llegado a un lugar lleno de magia. El bullicio y el gentío brilla por su ausencia. Un pequeño paraíso entre Lanzarote y Fuerteventura.
Su nombre se debe a la gran cantidad de focas monje (lobos marinos) que habitaban la isla hace años. Los pescadores las fueron eliminando ya que decían que el hambre de estos mamíferos reducía la gran cantidad de peces en el mar.
La isla tiene un sendero que la recorre de Sur a Norte por la zona occidental, comienza en el pequeño embarcadero y finaliza en el faro.
En nuestro recorrido hacia el faro nos encontramos con la Playa de la Calera. Una pequeña playa paradisíaca de arena blanca en la que podrás disfrutar del aislamiento del lugar.
Seguimos el camino, mientras nos acercamos al faro vamos dejando a nuestra izquierda la Caldera, un cono volcánico de 127 metros de alto, el punto más alto del islote. A día de hoy la isla es visitada principalmente por turistas y pescadores.
Tras unos cinco kilómetros a pie a través del sendero, por fin llegamos al Faro de Martiño. Este sendero se ideó única y exclusivamente para el farero, que a su vez fue el primer habitante establecido de forma habitual en la isla. Actualmente el faro funciona de forma automática.
Isla de Lobos, visita obligada para todo el que elija Fuerteventura como destino turístico. Un lugar espectacular de aguas cristalinas y arenas blancas. Un islote árido y envuelto en misterio.
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