domingo, 28 de abril de 2013

Fuerteventura, entre barrancos y playas, una isla a descubrir.


          Después de nuestra llegada a Fuerteventura, que nos brindó una jornada de relax en Corralejo, el día de hoy lo iniciamos llenos de energía.

          El amanecer frente a la Isla de Lobos nos invita a descubrir una isla que posee, tanta belleza en su litoral, como la que esconde en su interior.

          Ya con nuestro planing organizado por nuestro compañero Himar, un amigo majorero que se ha ofrecido de guía para mostrarnos los variados atractivos de Fuerteventura, tomamos rumbo al sur pero, sin llegar al extremo de la isla, dejamos atrás la costa y nos acercamos al Barranco de Las Peñitas.



          En este barranco se encuentra una de las pocas presas de esta isla, un oasis con un palmeral que invita al senderista a refugiarse a su sombra y unas paredes que hacen posible practicar la escalada libre. Un lugar para visitar por su recorrido sencillo y de dificultad baja, sin dejar de tomar las debidas precauciones.

          Para el majorero este barranco es parte de sus tradiciones y costumbres, ya que en él se encuentra la Ermita de la Virgen de la Peña de la que cada año celebran la tradicional romería.

          Encaminándonos hacia el Oeste, seguimos arañando el interior de la isla Dorada, y esta vez con mucho mimo, pues nos dirigimos hacia Las Cuevas de Ajuy, otro de los Espacios Naturales Protegidos de Fuerteventura, considerado por los espeólogos como el lugar más antiguo del Archipiélago canario.
 

          Durante el trayecto a pie desde la playa de Ajuy hasta las cuevas, disfrutamos de unas impresionantes vistas mientras bordeamos el acantilado. Al llegar a la cueva nos asombramos debido a su belleza y grandeza.



          Si hablamos de fauna en Fuerteventura, todos pensamos en cabras, y sí, puedes encontrártelas en prácticamente cualquier lado, pero aún siendo el animal que más relacionamos con la isla majorera, en el Oasis Park descubrimos una pequeña selva donde las jirafas son su mayor atractivo. 


       Despidiéndonos de los protagonistas de este zoo, y después de un suculento almuerzo, que ya tocaba, volvimos al coche para aventurarnos hacia uno de los rincones más aislados de Fuerteventura, Cofete, en la península de Jandía. 
          Merece la pena de visitar una y mil veces este lugar mágico, te olvidas, una vez allí, de la dura pista de tierra que dejamos atrás, las vistas del norte y del sur de la isla que se nos brindan desde el lugar más alto son increíbles. Cofete nos ofrece 14km ininterrumpidos de playa vírgen.



       Un auténtico paraíso tan lejos, pero tan cerca para los canarios. Llegados aquí, merece ser visitada la villa de Gustav Winter, una casa envuelta en leyenda que se alza sobre un terreno acotado que tiene la misma forma que la isla de Fuerteventura.

          El pueblo es considerado un refugio de fin de semana para los majoreros, y un punto ideal de descanso para los excursionistas después del duro trayecto por la pista. Pero las playas, las cristalinas playas, hacen que el cielo se funda en la mar. Himar nos ha guiado al paraíso.


          El regreso, con la imagen que nos ofrece Costa Calma, nos hizo hacer una parada en la playa de Sotavento, una oportunidad para surfear, pero en ese momento, tras el recorrido que llevábamos hecho en este día, las fuerzas nos flaqueaban y practicamos el deporte de descansar tumbados en la arena y mentalizarnos para el camino de regreso hacia Corralejo, sin dejar de compartir una velada agradable en Las Playitas, con nuestro compañero y amigo al que le estamos muy, pero que muy agradecidos.


          Mañana nos embarcamos, entre el vaivén de las olas nos espera en otra isla un día de playa, senderos por recorrer y bellas imágenes de los fondos marinos.

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