viernes, 2 de agosto de 2013

Volendam, Marken y los molinos de Zaanse Schans: la Holanda más típica

Amaneció con buen tiempo este nuevo día en la capital holandesa pero esta jornada no cruzaríamos sus canales ni pasearíamos bajo la atenta mirada de sus casas inclinadas o frondosos parques, nos toca coger la guagua y disfrutar de una excursión en los alrededores de la ciudad, cortesía de TuBillete.com. Allí donde aún la globalización no ha penetrado para abolir la idiosincrasia holandesa y en la que las costumbres están más patentes que en la gran ciudad, sería nuestro destino.


Llegamos al punto de partida y nos encontramos con un grupo mixto de hispanohablantes y anglófonos que nos acompañarían por este viaje con tres paradas. Salimos de Ámsterdam y divisamos como en esta extensa llanura el terreno es un bien preciado, sin separación entre la ciudad y la zona rural, sólo el espacio necesario para llevar a práctica la ganadería.





Después de recorrer 22 kms llegamos a Volendam, un bonito pueblo pesquero que invita a perderse por su laberinto entre casas de película. La tranquilidad en el pueblo sólo está alterada por los turistas que la visitan porque además de mantenerse fieles sus tradiciones y costumbres, su ritmo de vida es lento, relajado... disfrutando cada segundo. Paseamos por sus calles sobre puentes y canales, bordeamos sus casas, nos divertimos en su laberinto mientras observábamos el mimo de una gente detallista que cuidaba con esmero sus casas, sus plantas, adornos y encontramos la salida con el mar dándonos la bienvenida. Casas de ensueño, con terracitas repletas de hamacas, mesas de recreo y sillas generaban la envidia de muchos turistas que veían como sus habitantes disfrutaban de los rayos del sol haciendo realidad una vida de paz y gozo. 





Nos adentramos en su calle principal en la que se encuentra la fábrica de quesos de Volendam en la que pudimos disfrutar de una demostración y explicación de cómo se realizan en esta localidad sus típicos quesos. Además pudimos degustar todas sus variedades y muchos aprovecharon la oportunidad para comprarse algunos, nosotros finalmente la desechamos ya que teníamos miedo que se nos pusiera malo durante el resto del día por el calor reinante.







A su vera se encuentra el puerto pesquero, el que ha marcado la historia de Volendam y la ha moldeado hasta la actualidad. Desde allí podemos coger un barco hasta Marken, nuestra segunda parada en esta excursión aunque también se puede acceder por carretera a este lugar mediante un dique que han construido. Nosotros tomamos la vía marítima.


Es un trayecto agradable en el que puedes aprovechar para coger algo de sol a la cubierta mientras respiras aire puro, escuchas el sonido del barco rompiendo el mar a su paso y las aves marinas que revolotean cercanas a las embarcaciones. Muchas embarcaciones, de todo tipo, surcan estas aguas dándole un toque especial los veleros, a cuál más bonito.



 En unos 30 minutos aproximadamente llegamos a Marken, un pueblo de postal, ideal para los amantes de la fotografía. Con sus casas negras y verde cercanas al paseo marítimo, sus puentes de madera y cuidados jardines. Casi no teníamos tiempo para recorrerlo y apreciarlo pero el paso rápido se te hacía lento, sin que fueses consciente, al asombrarte con los detalles de este pueblo.




El guía nos dirigió hasta la fábrica de zuecos. Este calzado típico holandés podría entenderse que está en desuso pero nada más lejos de la realidad, siguen usándolo por las calles de estos pueblos, aunque es cierto que en la ciudad sería muy extraño ver alguien llevándolos puestos. Originariamente se creó debido a que es ideal para sitios muy húmedos, con muchas lluvias, lagos o agua, porque al ser de madera resisten el agua. Allí nos hicieron una demostración de la fabricación, las distintas tallas como se realizan en base a un molde y cómo sigue siendo un trabajo con maquinaria pero con un toque artesanal. Pudimos probárnoslo y hasta comprar algunos recuerdos, habían de todo tipo muy pintorescos y bonitos, hasta algunos demasiado extravagantes.







La guagua había cogido por el dique y nos esperaba a la salida para llevarnos al último destino que visitaríamos en esta excursión con tanto sabor holandés. Zaanse Schans, un pintoresco pueblo famoso por sus molinos, te evoca al siglo XVII y XVII. Los molinos de viento son el principal legado de la grandeza del país hace varios siglos, cuando los Países Bajos eran una imperial potencia por su centro industrial y comercio exterior. Los molinos realizaban una amplia variedad de tareas industriales, a la par que se usaban para drenar el agua y ganar terreno al mar, consiguiendo extensas llanuras y tierras fértiles donde antes sólo había agua. En la actualidad, poco más de mil se reparten por todo el territorio nacional convirtiéndolo en uno de los símbolos de su paisaje y, por ello, se resisten a desaparecer siendo utilizados por voluntarios para que sigan teniendo vigencia. Las técnicas de bombeo han sido sus principal enemigo en la pervivencia sobre las tierras holandesas.





Visitamos su interior, pudimos comprobar el mecanismo giratorio y muchos turistas pueden aprovechar la oportunidad para adquirir queso, zuecos...si anteriormente no lo han hecho. A Ámsterdam regresamos, después de haber conocido la historia, las costumbres y la esencia de la Holanda más rural, más típica e idiosincrásica. Una visita que te servirá para conocer y entender mejor los porqués de la vida holandesa.



Nos toca descansar que mañana hay una fiesta internacional todo el día que muchos conocerán, pero que seguro nos sorprenderá. ¡Ya les contamos mañana! 

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