martes, 23 de julio de 2013

Sevilla tiene mucho más que un color especial

Como si del dulce se tratase, del último sabor que degustar en el paladar, para nuestra despedida de Sevilla quisimos configurar una jornada muy completa y variopinta, relajada y a la vez activa, cultural, gastronómica, tradicional, festiva, deportiva... Así que con tantas cosas por hacer no quedaba otra que madrugar y echarnos a la calle a "cholear la ciudad", a caminar de un lado a otro y disfrutar sin despistarnos del reloj para no perdernos ningún acontecimiento. Cruzamos el Puente Isabel II y nos adentramos en el barrio más famoso de Sevilla, con una seña de identidad propia y que en muchas ocasiones le hace sentirse hasta independiente de Sevilla. Sin duda, Triana es especial y eso se respira desde que la pisas.



Sus vetustas casas con balcones adornados con preciosas flores y plantas que se asoman a la carretera o a interiores patios andaluces con un color especial; su mercadillo en el que sumergirse entre sabores, olores, colores y diversos artículos te hará perder la noción del tiempo; sus calles angostas que dan paso a otras más amplias que desembocan en plazas y zonas peatonales con mucha actividad, con mucha vida en la que se sienten sus tradiciones, las peculiaridades de un barrio diferente. Un distrito que justamente está celebrando su Velada de Triana, su fiesta más popular y que ocupa su calle Betis de casetas verdiblancas a orillas del Guadalquivir. Nosotros quisimos vivir Triana y conocerla de día y también de noche, así que aprovechamos el sol para visitar sus iglesias llenas de tesoros artísticos y que siempre tiene fieles en su interior, devotos a Nuestra Señora de la Esperanza de Triana. 






Mientras divisábamos que joven de Triana se hacía con la bandera de la cucaña nos fuimos alejando de Triana -volveríamos luego- para pasar las horas de sol en el pulmón de Sevilla. Hasta el Parque de María Luisa, al otro lado de la ciudad, caminamos disfrutando de muchos de los lugares que ya habíamos visitado anteriormente en el casco histórico de Sevilla.  El parque es muy extenso y cuenta con una frondosa vegetación, una flora muy variada que limitan las avenidas y glorietas que las componen y por la que bicicletas y caballos transcurren. Además, hay bastantes animales, especialmente aves y algunas están acostumbradas a ser alimentadas por los turistas, como las palomas de la Plaza América, que nada más comprar su comida revolotean para obtener los granos que depositas en tus manos. Pueden llegar a hacerte daño con sus garras, si no que se lo digan a Fer.





Escapamos de la improvisada escena que simulaba a "Los Pájaros" de Alfred Hitchcock y nos adentramos en uno de los sitios con mayor encanto de Sevilla, su Plaza de España. Se construyó como edificio principal de la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929 y en sus bancos aparecen representadas todas las provincias de España (o Comunidades Autónomas) en paños de azulejos y cómo no, nosotros buscamos las provincias del archipiélago. Matizamos lo de Comunidades Autónomas porque aunque se diga que son las provincias, realmente pudimos comprobar cómo estaba representado el Archipiélago como Canarias y no divido en nuestras dos provincias, así que mejor ahorrarse ir hacia la "L" y la "S"; y dirigirse a la "C" de Canarias, a la izquierda de este semicírculo presidido por una gran fuente y rodeada de puentes.






Las horas pasaban y el estómago hacía saltar las alarmas, tocaba comer. Otro festín y es que en Sevilla, con la gastronomía se cumple la regla de la triple B. ¡Qué rico y qué económico es todo, sobre todo si vas de tapas! Fer no quiso irse de Sevilla sin tomar unos caracoles, algo que no le llama mucho la atención a Vero y tira por platos más convencionales y aciertos seguros.




Regresamos a Triana como unos auténticos noveleros que queríamos ser partícipes de sus fiestas y aunque en la Feria de Abril es muy común, en la Velada de Triana el traje de flamenca no es tan habitual, sólo lo llevan algunas personas...entre ellas Vero. Total, que una bella canaria vestida de flamenca era un atractivo enorme para el resto de turistas que no dudaron en sacarle fotos en el poco tiempo que tuvo para cambiar el traje por la ropa deportiva. ¿El motivo? Que le tocaba hacer algo de deporte en Sevilla y qué mejor que en el río Guadalquivir.

En una de sus orillas estaban los chicos de KayakSevilla.com  con los que realizaríamos un tour de dos horas por el río, un bautismo de iniciación. Son una empresa joven con muchas ideas y que realizan muchas actividades, innovando y convirtiendo el deporte en una actividad divertida y social. Nosotros tuvimos el bautismo de iniciación, pero también es común que celebren cumpleaños, despedidas de soltero o que la actividad cambie el río por el mar; en definitiva, una gran oferta que no podíamos desaprovechar. No estaríamos solos, sino más bien éramos nosotros los que nos complementábamos a un grupo de 22 adolescentes de los Estados Unidos. ¡Qué coincidencia, veníamos de Nueva York y muchos de ellos también! Primero comenzamos un curso bilingüe en el que los instructores nos explicaron todas las cosas necesarias para poder disfrutar encima del kayak, y tras ellos... ¡Al Guadalquivir!



Todos iban en pareja menos nosotros que íbamos en kayak individuales y la experiencia fue inmejorable desde el primer minuto. No sólo por el trato de los instructores sino por todo el ambiente creado, los juegos que realizaron en los kayaks, las carreras entre unos y otros... ¡Increíble! Acabamos hasta cantando con los americanos en plan High School Musical, a la par que divisábamos la ciudad desde el río, con el atardecer, encendiéndose la ciudad, sus puentes y comenzando la fiesta trianera. 




Nos bajamos del kayak exhaustos, mojados, empapados y con una sonrisa de oreja a oreja. Nos lo pasamos muy bien y queríamos cerrar el día siendo partícipes de la fiesta de Triana. Y así fue, entre tapas, sevillanas y multitud de gente se nos fue gastando la pila y los minutos en Sevilla, con el tiempo justo para acostarnos, preparar las cosas y tomar rumbo al aeropuerto.





Cogimos nuestro coche que alquilamos en SIXT con el que nos ha ido de lujo y de camino al aeropuerto paramos en la Bola Climática de la Expo'92, un símbolo que permanece en la memoria de los que visitaron Sevilla este año, entre ellos Fer. Ya no teníamos tiempo, estábamos de vuelta a casa con la convicción de que Sevilla es una preciosa ciudad, dual, distinta, con un gran encanto y con miles de motivos -como hemos intentado reflejar aquí- por la que merece ser visitada. ¡Sevilla tiene un color especial! Gracias a TuBillete.com y AirEuropa por haber hecho posible esta novena aventura.





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