Sevilla es una ciudad museo fruto del cruce de culturas que han legado un rico patrimonio arquitectónico, cultural, artístico... por lo que necesitarás varios días para poder conocer su historia, los porqués de la construcción de muchos de sus edificios que aún permanecen sobre sus calles o la existencia de tantas tradiciones, costumbres y sabores. Sin embargo, salir de la ciudad y disfrutar de una jornada campera, en esta tierra que ama tanto la naturaleza, que cultiva sus tierras que lo agradecen con grandes cosechas, que cuida y protege su ganadería con tanta dedicación y amor, es un plan que debes meter en tu agenda. Nosotros hemos podido disfrutar del campo, del contacto con la naturaleza, a tan sólo 8 kms del centro de Sevilla en la Plaza de Tientas de La Doma. Su dueño, Juan Ortega, nos recogió por la mañana para llevarnos hasta esta finca que cuenta con unas instalaciones ideales para cualquier celebración y además con una plaza de toros en las que los más atrevidos podrán animarse a capear una vaquilla. Sus adornos te introducen en la pasión taurina y ecuestre que sienten muchos andaluces como Juan.
Los animales tienen una atención especial en todo momento, con unas instalaciones muy buenas y un equipo humano que se dedica plenamente a su bienestar. Pudimos ser partícipes de estas tareas y conocer como voluntarios que aman a los animales, la naturaleza...se ofrecen a realizar estas labores hasta de manera gratuita. Vacas, vaquillas y caballos disfrutan de grandes extensiones de campo cerca de la ciudad. Por la zona se puede ver a famosos como Bertín Osborne que le encanta pasear con sus caballos.
Nos habituamos a la finca, descansamos, desconectamos con una realidad muy diferente a nuestros últimos días entre Nueva York y rápido viaje a Sevilla, con la paz del campo frente al estrés de la gran ciudad. Juan Ortega había avisado a un grupo de amigos, amantes de las capeas, y antes de irnos al ruedo nos deleitaron con la exquisita gastronomía andaluza. Entre riquísimos tomates aliñados con la exquisita aceite de oliva de Andalucía, unas deliciosas sardinas a la plancha y refrescándonos con tintos de verano surgían las primeras anécdotas de sus capeas, jornadas camperas y taurinas. Y es que las capeas tienen un grado social, un ritual previo y posterior que deja muchas historias y que la enriquecen. ¡Qué rico estaba todo!
Sin pasarnos para poder estar ágiles ante la vaquilla nos fuimos hasta la Plaza de Tientas para ser testigos de una capea. Desde la barrera, con el nerviosismo de las primeras experiencias, disfrutamos del maestro Alberto Gómez. Aunque ha estado frente a toros de cientos de kilos se prestó a enseñarnos cómo se capea una vaquilla. Cada movimiento demostraba el arte que tiene, la experiencia, la pasión por lo taurino y el respeto al animal.
Iban pasando turno hasta que ya habían capeado todos, desde los más jóvenes hasta los mayores, y tocaba el turno de los invitados. Así que reclamaron a Fer para que fuese al centro de la plaza, capote en mano. Nervioso, dubitativo, con el sudor del asfixiante calor en la frente y de la tensión del momento en sus manos acabó saltando al centro de la Plaza de Tientas para enfrentarse a una joven vaquilla. En ese momento, cuando te sientes sólo ante el animal no te importa su edad, porque da igual de respeto. Podría parecer hasta indefenso, ya que aún no tiene unos cuernos prominentes, pero un buen golpe te lastima seguro. Escuchó los consejos de los que sabían y empezó a bailar con la vaquilla, sin el arte de los predecesores pero echándole ganas y con mucho esfuerzo por evitar una cogida, a la vez de hacerlo lo más artístico posible. Parece fácil desde fuera, pero dentro, ves la técnica que se necesita y sobre todo el valor para encarar con una tela en mano las embestidas de estos animales. ¡Y eso que era sólo una pequeña vaquilla!
A Fer se le veía cada vez más suelto, ganando confianza entre aplausos de los presentes. El "Finito de Tenerife", tal como le apodaron entre risas y bromas, quería dar un paso más y se atrevió con la muleta. Si es que en esto todo es técnica y hasta cogerla es de una manera específica. Pesa bastante y es más complicado que el capote, sin embargo, los movimientos son mucho más artísticos.
Vero tenía claro que no iba a saltar a la plaza. Nerviosa desde la tribuna o desde la barrera veía nerviosa como Fer le echaba valor, pero ella no las tenía todas consigo para atreverse. Al final la convencieron para que hiciera honor a su nombre e intentase realizar una verónica -técnica de toreo- a la vaquilla, y acompañada del torero Alberto Gómez cogió el capote y con temerosos pasos se enfrentó a la vaquilla. Y es que el capeo es una actividad que no entiende de sexos ni edades, tal como pudimos comprobar, una tradición sana que permite una jornada muy divertida, que está cogiendo mucha relevancia en las despedidas de soltero y que cada vez atrae a más turistas por el atractivo que genera el momento que te enfrentas a la vaquilla.
Después de pasar una agradable mañana en la Plaza de Tientas con gran compañía, sabrosa comida y habiendo añadido una experiencia más a nuestras vidas que sin duda recomendamos, la capea a una vaquilla, nos dirigimos hacia la ciudad, al Barrio Los Bermejales, aceptando la invitación de Juan Ortega de acudir al restaurante Bodega La Doma. Él es el propietario de este restaurante que cuenta con gran prestigio en Sevilla, considerado por muchos como un lugar a visitar en la ciudad del tapeo por excelencia. En un gran ambiente, con una decoración que nos encantó, degustamos los platos realizados con productos de primera calidad y brindamos con manzanilla, un vino que se conserva muy frío y que es ideal para acompañar las tapas.
Nos despedimos encantadísimos con la amabilidad de todos los que nos regalaron una mañana perfecta, especialmente de Juan Ortega, en una jornada campera que no puede faltar en Sevilla. ¡MUCHAS GRACIAS! Para terminar el día la visita al "Patio Sevillano", cortesía de TuBillete.com, era un plan inmejorable para seguir sumergidos en el arte y cultura andaluza.
Con la grandísima voz de la cantaora, con asombrosos zapateados y braceos, al compás, con contratiempos, con golpes y cejillas, hasta el cierre y posterior desplante, nos brindaron un precioso espectáculo el cuadro flamenco que actuó ante la atenta mirada de muchísimos turistas, entre ellos nosotros, ansiosos por disfrutar del folclore andaluz.
¡Viva Sevilla, el arte y la gracia que derrocha su gente!
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