Desde el que fuese el primer punto turístico de República Dominicana, Puerto Plata, situado al noroeste del país nos dirigimos hacia La Romana, al sureste, provincia vecina de la turística Punta Cana. Más de 6 horas de trayecto en "micro" (guagua pequeña) con paso por Santo Domingo. Además, nuestro nuevo chófer, Franklin, se desvió hacia Santiago; porque no queríamos irnos del país sin conocer la que fuese capital dominicana y su espectacular monumento de más de 70 metros de altura.
En el trayecto, además de una pequeña parada para comer su plato principal: la bandera; compuesto por arroz, habichuelas y carne; acompañado de un refresco sabor uva (¡Está buena!); pudimos comprobar la jungla dominicana en la carretera. Miles de carros y motores (coches y motos) algunos en condiciones precarias y prácticamente una ley; no chocarse. Es como jugar a los cochitos locos pero en plena ciudad. Motos con 3-4 ocupantes; coches con 3 pasajeros en la parte delantera y 4 en los asientos traseros; camiones llenos de mercancía y personas sobre ellas; y cascos de motos que hacen la función de codera. Lo peor son los giros indebidos y la gente cruzando autovías sin pensárselo dos veces. Curiosos nos parecen los semáforos con el tiempo que describe cuándo se va a cambiar de color. También hay varias obras (hay trabajo para los que se dedican a la construcción ¿eh?) aunque deberán venir bien tapados, como los obreros aquí, para evitar el calor.
Nos despedimos con una frase que leímos en la carretera y nos gustó: "Si reír es de locos... ¡CONTAGIA TU LOCURA!"
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